miércoles, 5 de agosto de 2009

“Y la Opera Ronda el Puerto”

La opera Manuela y Bolívar es sin lugar a dudas, uno de los mejores espectáculos que agracio a la ciudad en este, el mes que recordamos su fundación. Con una puesta en escena atractiva, desde el enmarcado del escenario con niveles, hasta los complejos números de danza, el publico asistente a la función de sábado no fue defraudado. El Centro Cívico se ofreció como excelente lugar por su amplio aforo, que el público colmó con puntualidad. Aunque la obra tuvo una demora, esta fue mínima y no molestó a los presentes, pero es un suceso constante en los espectáculos en la ciudad. El escenario mostraba un marco, de manera que cada escena era descrita como un cuadro, el efecto visual era impactante y fue logrado por el uso de varios niveles en la tarima. Por mi posición en la sala, en la galería superior del lado izquierdo, por un lado podía apreciar la escena mejor por su orientación, pero la altura mermó el efecto visual que el público en la planta baja apreció mejor. La Orquesta Sinfónica de Guayaquil ofreció un espectáculo al oído, acompañando magníficamente a las voces en escena. La música impuso un ambiente idóneo, especialmente en la escena de la batalla del 24 de mayo inspirando reverencia; luego en las fiestas de celebración, logro relatar ese sentimiento triunfalista que debió vivir Quito. La interpretación de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, la fuerza de sus voces, la claridad de su tono y su proyección fueron excelentes, aún con lo alejado que me hallaba. Los coros que les acompañaron cumplieron bien su labor, sin opacar a las estrellas, ofreciendo la ligereza necesaria, por medio de juegos de palabra, frente la temática central. Lastimosamente la voz de la interprete de Manuela Sáenz, por la lejanía de mi asiento tal vez, no fue entendible excepto al llegar a los registros más altos. Para ello fue acertada la inclusión de los diálogos cantados en una proyección sobre el marco del escenario, lo que facilitó el seguir la trama expuesta por los actores. Sobre el libreto de Diego Luzuriaga, fue una soberbia mezcla de suficientes partes de drama, acción e incluso comedia. Momentos jocosos como los murmullos sobre los amantes y el marido de la protagonista, por parte de los peruanos arrancaron risas de los presentes. La obra fue un gran aporte al deseable retorno de la opera a la ciudad.

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